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1.3.8 La ley de Say

La ley de Say es el único concepto de Say que sobrevivió y logró entrar a los libros de textos de economía que se utiliza hoy en día en el contexto académico. De hecho es un poco más complejo, pero en la forma simple que encontramos en los libros de texto significa solamente, que no puede haber sub-demanda, porque si cada uno solo produce la canasta de bienes que quiere consumir o ahorrar / invertir, evaluado monetariamente, no puede haber subempleo. O sea: Si alguien produce una canasta de bienes con un valor de 2500 dólares y consume una canasta de bienes de 2500 dólares no puede haber sub-demanda.

Dejamos al lado por el momento que toda la teoría clásica / neoclásica es errónea, por muchas razones, pero sobre todo porque el ahorro como máximo se puede entender como un fenómeno real, producir bienes de capital envés de bienes de consumo, pero dado que dinero simplemente se imprime si hace falta, no se lo puede comprender como un fenómeno monetario, porque esto no tiene sentido alguno. Pero de momento dejamos al lado este problema fundamental y discutimos sobre la teoría clásica / neoclásica aceptando sus conceptos de base.

Dentro de la economía clásica / neoclásica hay una necesidad de comprobar que el ahorro es siempre invertido, porque si esto no es el caso, es posible que se la oferta depasa la demanda. En otras palabras, si el ahorro no corresponde a la inversión, es posible que una parte de la oferta no es ni consumida ni invertida y esto llevaría al subempleo.

En qué consiste el error de este concepto a primera vista tan lógico? El primer problema consiste en el hecho que los ingresos no derivan solamente del trabajo. También hay rentas y provechos y estos no son planificados, como la teoría de Say lo supone, sino el resultado de la casualidad. Para que la teoría de Say funcione, la gente tendría que adaptar EX POST, según lo que han ganado, su consumo, pero no lo pueden realmente planificar EX ANTE, porque ex ante no saben cuando van a ganar.

Partiendo de la lógica de la economía clásica / neoclásica la ontogenia de este concepto es difícil de comprender, dado que el subempleo en la economía clásica / neoclásica, simplemente no existe. Si seguimos los autores de época, Say resuelve un problema inexistente. La economía clásica, Adam Smith y David Ricardo, conocen un solo problema y es que la gente consume demasiado y no ahorra bastante porque el ahorro siempre extiende las capacidades productivas y la oferta aumentada siempre puede ser vendida.

Pero si leemos bien el texto de Say, vea abajo, nos damos cuenta que los contemporáneos de Say no lo vieron así. Se quejan de que no pueden vender todos los producto que tienen. Es por lo tanto a suponer, que el problema con la sub-demanda existía en la realidad y que Adam Smith y David Ricardo solamente no lo percibían.

El mundo de la economía clásica, al menos en cuanto se refiere a lo que podemos deducir de los textos, que probablemente no tienen nada que ver con la realidad, es una economía de la escasez o un mercado de la oferta, dependiente como se ve la cosa.

Hemos visto ya que Ricardo pertenece a la misma categoría que Thomas Malthus. Para ellos la escasez es algo como una ley natural. Si el sueldo supera el nivel necesario para la subsistencia la población aumenta y con el aumento de la población también aumenta la demanda por alimentos, por lo cual el precio de los alimentos sube y los obreros dentro de poco se reencontrarán al mismo nivel que antes. El subconsumo no está previsto en este sistema. Todo lo que se puede producir, también se puede vender. El límite son las capacidades productivas y no la demanda.

Say por lo tanto es el primero que menciona este problema, aunque es de suponer que la cuestión de la sub-demanda, es lo que sugiere el texto de Say, vea abajo, estaba en el centro de un debate público.

Hoy en día sabemos que estas teorías estaban completamente erróneas. Lo que sucede es exactamente el contrario de lo pronosticado por Ricardo y Malthus. La demanda por alimentos no crece proporcionalmente a los ingresos. Todo lo contrario. La contribución del PIB de la agricultura y de la silvicultura es solo 1 por ciento (en Alemania, pero será parecido en otros estado industrializados). Si la calidad de los alimentos fuese todavía al nivel del siglo 19 países, o sea si se consumiría realmente los productos crudos de la agricultura, patatas, arroz, pan, verduras etc.. Alemania podría completamente dejar de producir productos agrícolas. La única manera para el sector agrario de participar, aunque no proporcionalmente pero al menos en cierta manera, del crecimiento de la economía es producir alimentos cada vez más sofisticados y más cerca del consumo.

Esto es lo que hemos visto en los últimos 20 años. En la niñez del autor los supermercados ofrecieron una gama de productos mediana. Después aparecieron las tiendas de descuento que sustituyeron los primeros, porque estos ofrecen ahora la gama de productos que antes ofrecieron los supermercados. Desde hace diez años aparecen los supermercados con una gama de lujo y los supermercados tradicionales de hace veinte años desaparecieron. Es de suponer que las tiendas de descuento ofrecerán en diez años la misma gama de producto que hoy en día ofrecen los supermercados de lujo.

En el debate público de vez en cuando se mezclan dos cosas que no tienen nada que ver la una con la otra. Alguna gente cree que la demanda baja porque todos los deseos ya son satisfechos. La causa de una eventual sub-demanda no sería por lo tanto la falta de dinero, sino la falta de deseos a satisfacer. Es un punto de vista un poco curioso. La demanda por un producto determinado puede ser satisfecha, nadie por ejemplo necesita cinco smartphone, pero la demanda por sí es infinita. Hay millones de millones de personas que quieren tener más de lo que quieren. Algunos, como Diogenes en su barril (es aquel que respondió a Alejandro el Grande apartarse del sol cuando este le ofreció darle todo lo que quería) son famosos por no querer nada, pero por esto es famoso y lo es solamente porque es un comportamiento inusual.

Una cuestión completamente distinta, y esta es la pregunta más relevante, es si la gente tiene bastante dinero para comprarse lo que quieren. Las distintas iglesias cada par de años predican que hay que renunciar un poco al consumo, pero hay mucho más adeptos de BMW y Porsche que de la biblia.

Si alguna gente no sería más feliz si se quedaría de vez en cuando tranquilamente en un rincón leyendo un libro, no uno de aquellos que solo les cuenta cosa que ya saben, sino uno que cuenta cosas nuevas, envés de ir a sitios que están de modo a tomar champan y llenarse la cabeza con basura es otro cuento. A largo plazo la gente comprenderá que acudir a los Oficios, al Prado o al Louvre, lo que hacen millones de personas cada día, no tiene mucho sentido si el cerebro está tan vacío como el desayuno bufé del Club Méditerrané después del asalto de los turistas tan ávidos de aventuras como desorientados.

De vez en cuando es útil de leer lo que dice el texto original y por lo tanto mostramos el capitulo donde Say presenta este concepto, vea abajo. El original es un poco distinto de lo que se lee en los libros de texto. El mensaje del original se puede interpretar también como un ataque contra el mercantilismo y contiene un mensaje muy verdadero. Solo en el caso de que los otros producen algo, se les puede vender algo. Esto significa que en una economía de mercado, que normalmente se percibe como un bellum omium contra omnes, una guerra de todos contra todos, solo puede funcionar en un equilibrio. Solo si todos los países son ricos, un país aislado puede ser rico.

De hecho la famosa ley de Say es nada más que una anotación en la obra original. No vamos a ser quisquilloso y no vamos a criticar que una cita que no respecta el contexto en el cual se encuentra es una infracción contra una de las reglas más básicas de textos científicos. Pero si durante doscientas años uno copia del otro, que a su vez lo ha copiado de otro, que a su vez.... es un hecho crítico, porque es típico para ideologías.

No nos interesa tampoco mucho quién "descubrió" por primera vez la ley de la utilidad marginal creciente, si era Hermann Heinrich Gossen o Santa Claus, es de suponer que una idea tan banal era una idea común. Pero el repetir como un loro es molesto.

Sin embargo Say formulo esta ley, la ley de la utilidad marginal decreciente de una forma más clara, más general y más realista de lo que encontramos en los libros de texto de economía. (Para ver la cita en su conjunto, vea abajo, donde encuentra todo el párrafo.)

Aparte de esto las necesidades serán cada vez menos y menos urgentes y por lo tanto los consumidores estarán cada vez menos dispuestos a hacer sacrificios para satisfacerlas. Será por lo tanto cada vez más difícil de ofrecerlos a un precio que recompensa para la producción.

Esto es la ley de Gossen, aunque formulado de manera más general y más correcto. Se explica la ley de Gossen, la ley de la utilidad decreciente, en los libros de textos de economía tomando como ejemplo UN producto cuya utilidad decrece cuanto más se consume de este producto (cuando uno tiene hambre, la primera patata le brinde una gran utilidad, la segunda ya menos, la tercera menos todavía etc.). Falta por completo la relación con los costes. Esto es el primer problema. El segundo problema es, que este aspecto es irrelevante en la realidad. Aparte de alimentos, solo se necesita UN solo ejemplar de un producto. Un coche, un smartphone, una computadora etc.. y si un producto vale la pena el sacrificio depende del precio. Si un smartphone y una bicicleta tienen la misma utilidad, se va a comprar el smartphone, si este es más barato, pero se va a comprar la bicicleta, si este es más barato.

Esto significa que la ley de la demanda, cuando más barato es un producto, más gente lo compra, no se puede deducir de la versión original de la ley de Gosssen como lo explican los libros de texto de economía. La gente, si dejamos al lado los alimentos y ni siquiera para los alimentos la ley es muy plausible, compra más este producto, UN solo ejemplar, cuando es más barato, porque en la medida que se hace más barato, gana atracción en comparación con otros productos.

Igualmente Say distingue entre dos razones por las cuales puede haber sub-demanda. (Vea párrafo abajo.) Si queremos ser precisos incluso tres. Primero menciona que puede existir la posibilidad que todas las necesidades son satisfechas. (Algo que incluso hoy en día mucha gente cree posible, a pesar de que no es muy plausible.) Una idea que descarta. Segundo puede existir la situación que el sacrificio que hay que hacer para obtener una cosa puede ser demasiado grande para la recompensa que se recibe. Algo probable si con el aumento de la producción los productos se hacen cada vez más caros. (Si queremos, podemos ver en ello una medición ORDINAL de la utilidad, lo que significaría que el concepto de Vilfredo Pareto tampoco sería algo nuevo.) Y tercero menciona la posibilidad que no hay un poder adquisitivo suficiente para absorber la oferta, lo que se debe, en su teoría, al hecho que la gente no produce bastante, porque es la producción que permite comprar algo. De ahí la ley. Cada oferta produce su demanda.

La famosa ley de Say es por lo tanto mucho más complejo de lo que solemos leer en los libros de textos y de manera original también contradice a la teoría ricardiana. Ricardo alega que la población siempre aumenta, porque cada vez que los obreros están en una situación de exigir un sueldo encima de la subsistencia la población aumenta, lo que hace subir los precios de los alimentos, que a su vez tiene dos efectos. Los capitalistas ganan menos y los obreros recaen al nivel de subsistencia porque la competencia, con el aumento de la población la oferta de trabajo aumenta también, entre los obreros hace recaer los sueldo al nivel de subsistencia.

Say argumenta que a partir de un cierto momento la producción de alimentos no es rentable para el capitalista y va a producir otras cosas. La cantidad de consumidores es por lo tanto limitado por la tierra disponible, pero las necesidades de esta cantidad de consumidores es infinita.

El párrafo en su conjunto, vea abajo, es más complejo y no refuta solamente la posibilidad de una sub-demanda. (Dejamos al lado de momento, como ya hemos dicho, que los conceptos básicos son erróneos y por lo tanto también las conclusiones. El error está en un concepto completamente erróneo del dinero. De momento estamos discutiendo los conceptos de la economía clásica aceptando, por el momento, los conceptos básicos. Es útil, porque si dejamos al lado los conceptos básicos erróneos, hay también cosas que son correctas.) Refuta también cualquier tipo de política mercantilista. Si solo se puede pagar productos con productos, la única posibilidad de crear un mercado es fomentar la producción ajena. Esto significa por ejemplo, que dinero es un mero vehículo para hacer circular las mercancías y que todo tipo de obstáculos al comercio, sean estos monetarios (aranceles) o non monetarios (normas cuyo fin es excluir competidores extranjeros).

La idea de que solo un país rico presenta un mercado, muy simple si uno se lo piensa un poco, dista mucho de ser universalmente aceptada. En general la gente cree que países como China, Corea y Taiwan son un peligro para los estados desarrollados, porque la productividad está por superar la de los países industrializados. Lo que en general se olvide es que de esta manera son sobre todo un gran mercado.

Say afirma exactamente el contrario, parte de una situación win / win, una situación en la que todos ganan. De momento por ejemplo Alemania está muy orgullosa de su excedente en la balanza de pago. El problema es que esto significa que las exportaciones alemanas aumentan la deuda en los países extranjeros, porque dado que venden menos a Alemania de lo que compran de Alemania la deuda aumenta. El excedente en la balanza de pago es uno de los problemas de la crisis actual en Europa. Seguimos en el año 2013.

Probablemente la obra de Jean Baptiste Say supera, probablemente por mucho, la obra de Adam Smith y se subestima a Jean Baptiste Say. Si se nombra Adam Smith como fundador de la economía es por el hecho que fue el primero, pero no necesariamente el mejor. Pero más importante es otra cosa. Si se hubiese leído Jean Baptiste Say y David Ricardo, por lo menos el concepto de la renta de este último tiene sentido, se habría visto que un "revolución marginal" nunca ha habido.

El problema de la percepción selectiva es un fenómeno viejo. Ricardo menciona 20 veces a Say, pero no trata de refutar sus opiniones contrarias a las suyas (por ejemplo en cuanto a la importancia de la demanda por el valor de una mercancía se refiere.) Jean Baptiste Say comenta la obra de David Ricardo de forma bastante breve, sin confrontar su teoría con la de David Ricardo.

[...] je ne sais pas trop sur quel fondement M. Mac Culloch a pu dire que la publication de ces principes était la découverte la plus importante et la plus fondamentale dans la science de la distribution des richesses, et qu'elle formait une ère nouvelle et mémorable dans l'histoire de l'économie politique. Les idées de David Ricardo m'ont servi à corriger plusieurs parties de ce Traité, principalement dans ce qui a rapport aux monnaies ; mais il ne m'a fourni aucune amélioration à introduire dans ce qui a rapport aux profits fonciers. No sé exactamente sobre qué base M. Mac Culloch puede decir que la publicación de sus principios [se refiere a Principles of Economics de Ricardo] es el descubrimiento más fundamental de la distribución de las riquezas y que introducen una nueva época en la historia de la economía. Las ideas de David Ricardo me ayudaron en la corrección de varios párrafos, sobre todo en el sector del dinero, pero no aportó nada nuevo en cuanto a las rentas se refiere.

(Para entender esto tenemos que ver que el Traité fue publicado por primera vez en 1803, o sea antes de los Principios de Ricardo. Say se refiera a una nueva edición de su obra, realizada después de la aparición de los Principios de Ricardo.)

Es similar a procesos que vemos hoy en día. En economía muy a menudo sucede que determinados conceptos caen simplemente en olvido, sin ser realmente refutadas. Jean Baptiste Say por ejemplo no refuta realmente el concepto que solo el trabajo crea un valor. Simplemente ignora este concepto tan fundamental para David Ricardo y en parte también para Adam Smith.

Lo que distingue Adam Smith y Jean Baptiste Say, por esto producen más contradicciones, es el método. David Ricardo tiene una teoría muy rígida, poco flexible, se podría hablar de un modelo en la medida que simplemente excluye lo que no pega con su teoría o sea todo lo que es contingente y imprevisible (avances tecnológicos, formación, diferencias en el trabajo, cambios en la estructura de las preferencias y por lo tanto en la demanda etc..). Si se quiere David Ricardo ya está más cerca de la modelización que vemos hoy en día en cualquier libro de texto sobre economía. Es una forma de pensar que produce menos contradicciones (es completamente errónea y basta derrumbar los conceptos básicos para derrumbar todo el sistema), pero menos contradictorio.

El método de Jean Baptiste Say y Adam Smith es más "heurístico", se funda más en experiencias personales que generalizan y menos en una teoría. Se lo nota también por el hecho que ilustran sus conceptos con ejemplos, sacados de la historia o de observaciones de la realidad que les rodeaba, algo que casi no hay en la obra de David Ricardo. (Por esto también las obras de Adam Smith y Jean Baptiste Say son tan gordos.) Con este método se corre menos el riesgo de excluir factores importantes. Como no hay un modelo que estrecha la perspectiva, tampoco hay la necesidad de excluir los factores que no pegan con el modelo, pero se corre el riesgo de producir cualquier cantidad de contradicciones, tales como las vemos en la obra de Adam Smith (de vez en cuando el trabajo es el único factor que determina el valor de una mercancía, de vez en cuando se da cuenta de la importancia de la demanda. De vez en cuando el dinero es un mero vehículo, de vez en cuando reconoce que el dinero puede ser generado también por el sistema bancario y fomentar la economía. De vez en cuando el trabajo es un factor homogéneo, de vez en cuando se da cuenta que hay trabajos de muy diverso índole con precios muy distintos etc. etc.). Jean Baptiste Say produce menos contradicciones, pero el método es el mismo.

Para que quede más claro lo que queremos decir. Obviamente también Adam Smith y Jean Baptiste Say producen cantidad de errores que derivan de un par de conceptos erróneos de base como el concepto del dinero como un mero velo, el concepto del ahorro, el concepto del tipo de interés etc.. Sin embargo logran a ver el mundo de manera directa en toda su diversidad, lo que muy a menudo, algo que se ve más claramente en la obra de Adam Smith, lleva a conclusiones que están en contradicción con estos conceptos básicos erróneos. David Ricardo tiene un modelo en el cual entran muy pocos parámetros y a través de esta perspectiva estrecha mira el mundo.

Si comparamos Jean Baptiste Say con David Ricardo vemos también que la gama de temas del primero es mucho más amplio que del último. Se puede decir que David Ricardo es el primer economista de lo que hoy en día se llama economista autista. El autista se caracteriza por fijarse obsesionadamente en algunas cosas de hecho irrelevantes, cuenta por ejemplo de manera obsesiva las baldosas en un baño, aprende de memoria la guía telefónica (para lo cual autistas muy a menudo tienen una aptitud especial), pero no logra a captar de manera "intuitiva" la realidad en su complejidad.

Podemos ver en David Ricardo de manera bastante ilustrativo un problema general con los economistas de hoy en día. En la modelización matemática siempre tenemos esta problemática. El que hace una modelización matemática tiene que identificar algunos parámetros como relevantes y ignorar los otros. Modelos matemáticos tienden a excluir todo aquello que es contingente, imprevisible y que no se puede por lo tanto modelizar matemáticamente.

Se puede por ejemplo establecer una relación negativa entre el aumento de las ruedas de coches y la disminución del coeficiente de natalidad. Es obvio que cada vez hay más ruedas de coches y menos niños. Se puede incluso a través de un análisis de regresión comprobar estadísticamente que esta relación existe, pero sería un estrechamiento de la perspectiva.

Esto es un ejemplo extremo, pero una gran parte de los "estudios" económicos funcionan de esta manera. En Adam Smith y Jean Baptiste Say tenemos todavía una percepción viva de la realidad. En cuanto al método se refiere hay una relación estrecha entre David Ricardo, el Marxismo y la economía neoclásica y hay buenos argumentos para decir, que el método es más importante que el contenido.

Say abandona el concepto que el ahorro solo puede derivar del trabajo. El ahorro puede derivar de cualquier tipo de ingreso, lo que obviamente es correcto, pero mantiene el concepto del ahorro como conditio sine qua non para la inversión, lo igual de obvio es un concepto erróneo. (Para ver el párrafo en su conjunto, vaya al final de esta página.)

Como la cantidad de consumidores está limitado por los alimentos, las otras necesidades de ellos pueden ser aumentadas hasta el infinito y los productos, capaces de satisfacerlas se pueden multiplicar igualmente y cambiados. También pueden ser multiplicados y acumulados para aumentar el capital.



En las teorías modernas se parte de principio que la cuota de ahorro depende de la distribución. Cuanto más desigual están distribuidos los ingresos, más se ahorra, dado que los que más ingresos tienen, más se puede ahorrar y se ahorra, lo que es obvio. El que gana 1000 dólares al mes tendrá que consumir todo lo que gana para sobrevivir. Él que gana un millón al mes no tiene que gastar todo lo que gana y puede ahorrar.

Pero Say no hace ninguna afirmación en cuanto a la distribución de los ingresos se refiere. En una economía de mercado la distribución depende también de factores contingentes, imprevisibles que no se puede planificar. Una decisión consciente por el consume o por el ahorro / inversión no ocurre. El ahorro es una consecuencia de la distribución de los ingresos, pero no una decisión consciente ex ante. El que no sabe cuanto va a ganar, no puede decir tampoco que va a ahorrar por ejemplo 200 dólares y esto es independiente del tipo de interés. El que no puede ahorrar porque necesita todo su dinero para el consumo necesario no va a ahorrar.

Si la distribución y el éxito de la actividad empresarial fuese previsible, no necesitaríamos la economía como ciencia y tampoco el mercado como instrumento de control. Necesitamos el mercado porque el futuro es imprevisible, inseguros y porque se va a cometer errores y el mercado es el sistema más eficaz de corregir estos errores.

En las teorías modernas de consumo se parte de principio que la cuota de ahorro depende de la distribución. Cuanto más desigual están distribuidos los ingresos, más se ahorra, dado que los que más ingresos tienen, más se puede ahorrar y se ahorra, lo que es obvio. El que gana 1000 dólares al mes tendrá que consumir todo lo que gana para sobrevivir. Él que gana un millón al mes no tiene que gastar todo lo que gana y puede ahorrar.

Pero Say no hace ninguna afirmación en cuanto a la distribución de los ingresos se refiere. En una economía de mercado la distribución depende también de factores contingentes, imprevisibles que no se puede planificar. Una decisión consciente por el consume o por el ahorro / inversión no ocurre. El ahorro es una consecuencia de la distribución de los ingresos, pero no una decisión consciente ex ante. El que no sabe cuanto va a ganar, no puede decir tampoco que va a ahorrar por ejemplo 200 dólares y esto es independiente del tipo de interés. El que no puede ahorrar porque necesita todo su dinero para el consumo necesario no va a ahorrar.

Más plausible es la teoría de Keynes. La gente va a ahorrar una cierta cantidad de sus ingresos. Las posibles rentabilidades de las distintas inversiones no juegan un gran papel, porque la gente no invierte directamente y el tipo de interés se forma en el mercado de dinero. Aparte de esto Say menciona solo un motivo para el ahorro: la inversión. Keynes nombra un par de otros motivos y probablemente estos son más importantes en la realidad, porque dependen más del "ahorro" tal como se lo imagina la economía clásica. (Ahorrar como la parte de los ingresos que no se consume.) Una inversión es rentable, por lo menos debería serlo, y por lo tanto se la puede financiar con dinero generado por el sistema bancario. Pero el ahorro es muy útil también para prevenir contra cualquier tipo de desventuras y contra desventuras el ahorro en el sentido clásico es muy útil, porque en este caso no se trata de una inversión rentable y en esta situación ningún banco va a prestar dinero. Otro motivo para el ahorro es la independencia o, muy simple, avidez.

Igualmente es incorrecto, como la economía neoclásica lo supone, que el ahorro depende del tipo de interés. El ahorro deriva de los ingresos casuales y si no es casual, depende de decisiones políticas, lo que es peor todavía. Hace diez años en Alemania se quiso cambiar el sistema de las pensiones. La idea era que cada uno ahorro mientras trabaja para tener algo de que vivir cuando no trabaja. Se quería por lo tanto establecer un sistema paralelo al sistema existente, en el cual la generación que trabaja paga las pensiones de las personas que no trabajan. Este sistema paralelo fue subvencionado por el estado lo que hizo aumentar los ahorros. El resultado es, algo que se habría podido prever, un desastre. Hay ahorros en abundancias, pero nadie que quiere invertir.

Aparte de esto la realidad es otra. El tipo de interés no es el resultado del tipo de interés que iguala el ahorro y la inversión. El tipo de interés se forma en el mercado de dinero y depende de las expectativas de la gente. Si estas expectativas son negativas, el tipo de interés tiene que ser alto, para que la gente abandona la liquidez, o sea dinero o efectos, que, dado que se los puede comercializar en la bolsa, son casi tan líquidos como dinero y líquido significa seguridad.

Diría Say que incluso en el caso de que el ahorro es solo una suma residual y contingente la teoría sigue siendo cierta y que en este caso el consumo y el ahorro se adapta espontáneamente. Pero esto no funciona. Porque sin el tipo de interés como mecanismo que iguala el ahorro y la inversión tiene que haber en la economía siempre bastantes ideas innovadoras para absorber el ahorro que se formó de manera espontánea. Si el ahorro no es una cantidad fija el volumen de las inversiones solo puede adaptarse al volumen del ahorro de manera espontánea.

El tipo de interés de cualquier forma no iguala nada, sobre todo no el ahorro y la inversión, porque el ahorro, concebido como capital en su forma más líquida, o sea dinero, lo puede generar el sistema bancario en cualquier cantidad.

Repetimos: La economía clásica quiere comprobar que el ahorro iguala a la inversión. Esta igualdad es necesaria, porque a no ser así, puede producirse una sub-demanda. La gente gana una cantidad de dinero, pero no lo gasta. Ni para el consumo, ni para la inversión en algo. De hecho el problema es más grave todavía. La economía no necesita el ahorro. (Por lo menos si entendemos por ahorro la parte no consumida de los ingresos. Si entendemos bajo ahorro un proceso REAL, la producción de bienes de capital en vez de bienes de consumo, el concepto tiene en ciertas circunstancias, empleo perfecto, una situación más bien rara en la vida real, sentido.) El ahorro, entendido como dinero, se imprime en el caso de que hace falta y punto, lo que, como ya lo hemos dicho centenares de veces, no es ningún problema siempre y cuando se elimina el dinero al saldar el crédito que fue creado antes. Dicho en otras palabras: Hay que olvidar completamente el concepto del ahorro.

Si queremos entender lo que en la realidad sucede y la teoría keynesiana tenemos que ver lo siguiente: El tipo de interés se forma en el mercado de dinero, completamente independiente de lo que pasa en la economía real. En tiempos de inseguridad, que depende exclusivamente de las expectativas y de la capacidad de los inversores de detectar inversiones atractivas, el tipo de interés tiene que ser alto, para incitarles a salir del puerto seguro de la liquidez (o crear liquidez, prestándose dinero del banco central). Es por esto que la bolsa conoce fluctuaciones mucho más fuertes que la economía real. Los recaudadores prefieren invertir en efectos, comercializables en la bolsa, porque estos son casi tan líquidos que dinero. Se puede comprarlos y venderlos, reconvertirlos en dinero, diez minutos más tarde. Algo imposible con una inversión real. Dicho de otra manera, el concepto de la economía clásica que solo se puede consumir o ahorrar / invertir (que es lo mismo) de hecho es errónea. Se puede hacer algo que está en medio de estas dos cosas. Mantener su "capital" en una forma líquida.

El que no logra a desprenderse por completo de los conceptos básicos de la economía clásica y neoclásica, no va a entender ni la realidad ni la teoría keynesiana. El tipo de interés no es el precio por un sacrificio, porque dado que el dinero se genera si hace falta no exige sacrificio ninguno. El tipo de interés es el precio que se recibe para salir del puerto seguro de la liquidez o, en el caso que el banco central emite dinero, el precio que se recibe para crear liquidez.

Vamos a volver a hablar de ello cuando hablamos de Keynes.

Citamos enteramente el capítulo XV del primer tomo del Traité. Como se lo cita, la ley de Say, no el párrafo, miles de veces cada día en centenares de trabajos académicos, periódicos, revista y libros es una buena idea de verificar, si el contenido corresponde realmente a la idea que la gente se hace de este concepto.

En el párrafo se mezclan conceptos correctos y erróneos. El dinero es efectivamente un "vehículo" para transportar valores, para utilizar la expresión de Say. El dinero tiene esta función. Hoy en día se diría que el dinero es un medio para realizar las transacciones. No es erróneo, pero no es completo. El dinero también sirve para la especulación, siendo el estado más líquido del capital. El dinero también la función de comparar una cosa con la otra. Esto también es cierto.

Curioso es esta frase: "Si hay los valores reales, también habrá dinero para hacerlas circular y cambiarlas por otros valores." Esto es indudablemente correcto, al igual que esto: "La mercancía intermediaria, que simplifica el cambio (el dinero) será en este caso fácilmente aumentada por los mecanismos bien conocidos de los comerciantes." Esto también es muy correcto. Pero tenemos el mismo problema que ya tuvimos con Adam Smith. Por qué suponen que primero hay que haber un valor y el dinero sigue? Por qué no puede ser al revés? Primero hay el dinero y los valores siguen? Lo que realmente pasa es esto: El dinero es una pretensión a una parte del POTENCIAL productivo. Los valores siguen al dinero y el dinero se puede generar. Al igual que Adam Smith Jean Baptiste Say no se da cuenta que con esta afirmación abandona su concepto con el ahorro.

Es igualmente cierto que solo países industrializadas pueden sacar ventaja de todos los talentos de la gente. Cuanto más compleja es una sociedad, tanto más hacen falta talentos especiales o mezclas de talentos. Un diseñador gráfico puede por ejemplo encontrar trabajo en una sociedad industrializada, pero no en una sociedad agrícola.

Es igualmente correcto que la división entre países industrializados, agrícolas y comerciales no es muy sensato. De hecho los tres sectores se desarrollan proporcionalmente.

J.-B. Say, Traité d’économie politique : Livre I, Chapitre XV,
Des débouchés

Les entrepreneurs des diverses branches d'industrie ont coutume de dire que la difficulté n'est pas de produire, mais de vendre; qu'on produirait toujours assez de marchandises, si l'on pouvait facilement en trouver le débit. Lorsque le placement de leurs produits est lent, pénible, peu avantageux, ils disent que l'argent est rare ; l'objet de leurs désirs est une consommation active qui multiplie les ventes et soutienne les prix. Mais si on leur demande quelles circonstances, quelles causes sont favorables au placement de leurs produits, on s'aperçoit que le plus grand nombre n'a que des idées confuses sur ces matières, observe mal les faits et les explique plus mal encore, tient pour constant ce qui est douteux, souhaite ce qui est directement contraire à ses intérêts, et cherche à obtenir de l'autorité une protection féconde en mauvais résultats. Pour nous former des idées plus sûres, et d'une haute application relativement à ce qui ouvre des débouchés aux produits de l'industrie, poursuivons l'analyse des faits les plus connus, les plus constants ; rapprochons-les de ce que nous avons déjà appris par la même voie; et peut-être découvrirons-nous des vérités neuves, importantes, propres à éclairer les désirs des hommes industrieux, et de nature à assurer la marche des gouvernements jaloux de les protéger. L'homme dont l'industrie s'applique à donner de la valeur aux choses en leur créant un usage quelconque ne peut espérer que cette valeur sera appréciée et payée que là où d'autres hommes auront les moyens d'en faire l'acquisition. Ces moyens, en quoi consistent-ils ? En d'autres valeurs, d'autres produits, fruits de leur industrie, de leurs capitaux, de leurs terres : d'où il résulte, quoique au premier aperçu cela semble un paradoxe, que c'est la production qui ouvre des débouchés aux produits. Que si un marchand d'étoffes s'avisait de dire : Ce ne sont pas d'autres produits que je demande en échange des miens, c'est de l'argent, on lui prouverait aisément que son acheteur n'est mis en état de le payer en argent que par des marchandises qu'il vend de son côté. « Tel fermier, peut-on lui répondre, achètera vos étoffes si ses récoltes sont bonnes ; il achètera d'autant plus qu'il aura produit davantage. Il ne pourra rien acheter, s'il ne produit rien. « Vous-mêmes, vous n'êtes mis à même de lui acheter son froment et ses laines, qu'autant que vous produisez des étoffes.


Vous prétendez que c'est de l'argent qu'il vous faut : je vous dis, moi, que ce sont d'autres produits. En effet, pourquoi désirez vous cet argent ? N'est-ce pas dans le but d'acheter des matières premières pour votre industrie, ou des comestibles pour votre bouche?
Vous voyez bien que ce sont des produits qu'il vous faut, et non de l'argent. La monnaie d'argent qui aura servi dans la vente de vos produits, et dans l'achat que vous aurez fait des produits d'un autre, ira, un moment après, servir au même usage entre deux autres contractants ; elle servira ensuite à d'autres ; et à d'autres encore, sans fin : de même qu'une voiture qui, après avoir transporté le produit que vous aurez vendu, en transportera un autre, puis un autre. Lorsque vous ne vendez pas facilement vos produits, dites-vous que c'est parce que les acquéreurs manquent de voitures pour les emporter ? Eh bien ! l'argent n'est que la voiture de la valeur des produits.

Tout son usage a été de voiturer chez vous la valeur des produits que l'acheteur avait vendus pour acheter les vôtres ; de même, il transportera, chez celui auquel vous ferez un achat, la valeur des produits que vous aurez vendus à d'autres. « C'est donc avec la valeur de vos produits, transformée momentanément en une somme d'argent, que vous achetez, que tout le monde achète les choses dont chacun a besoin. Autrement comment ferait-on pour acheter maintenant en France, dans une année, six ou huit fois plus de choses qu'on n'en achetait sous le règne misérable de Charles VI ?
Il est évident que c'est parce qu'on y produit six ou huit fois plus de choses, et qu'on achète ces choses les unes avec les autres. »

Lors donc qu'on dit : La vente ne va pas, parce que l'argent est rare, on prend le moyen pour la cause; on commet une erreur qui provient de ce que presque tous les produits se résolvent en argent avant de s'échanger contre d'autres marchandises, et de ce qu'une marchandise qui se montre si souvent parait au vulgaire être la marchandise par excellence, le terme de toutes les transactions dont elle n'est que l'intermédiaire. On ne devrait pas dire : La vente ne va pas, parce que l'argent est rare, mais parce que les autres produits le sont. Il y a toujours assez d'argent pour servir à la circulation et à l'échange réciproque des autres valeurs, lorsque ces valeurs existent réellement.

Quand l'argent vient à manquer à la masse des affaires, on y supplée aisément, et la nécessité d'y suppléer est l'indication d'une circonstance bien favorable : elle est une preuve qu'il y a une grande quantité de valeurs produites, avec lesquelles on désire se procurer une grande quantité d'autres valeurs. La marchandise intermédiaire, qui facilite tous les échanges (la monnaie), se remplace aisément dans ce cas-là par des moyens connus des négociants, et bientôt la monnaie afflue, par la raison que la monnaie est une marchandise, et que toute espèce de marchandise se rend aux lieux où l'on en a besoin.

C'est un bon signe quand l'argent manque aux transactions, de même que c'est un bon signe quand les magasins manquent aux marchandises. Lorsqu'une marchandise surabondante ne trouve point d'acheteurs, c'est si peu le défaut d'argent qui en arrête la vente, que les vendeurs de cette marchandise s'estimeraient heureux d'en recevoir la valeur en ces denrées qui servent à leur consommation, évaluées au cours du jour ; ils ne chercheraient point de numéraire, et n'en auraient nul besoin, puisqu'ils ne le souhaitaient que pour le transformer en denrées de leur consommation. Le producteur qui croirait que ses consommateurs se composent, outre ceux qui produisent de leur côté, de beaucoup d'autres classes qui ne produisent pas matériellement, comme des fonctionnaires publics, des médecins, des gens de loi, des prêtres, etc., et qui de là tirerait cette induction, qu'il y a des débouchés autres que ceux que présentent les personnes qui produisent elles-mêmes ; le producteur, dis-je, qui raisonnerait ainsi, prouverait qu'il s'attache aux apparences, et ne pénètre pas le fond des choses. En effet, un prêtre va chez un marchand pour y acheter une étole ou un surplis. La valeur qu'il y porte est sous la forme d'une somme d'argent : de qui la tient-il ? d'un percepteur qui l'avait levée sur un contribuable. De qui le contribuable la tenait-il ? elle avait été produite par lui. C'est cette valeur produite, échangée d'abord contre des écus, puis donnée à un prêtre, qui a permis à celui-ci d'aller faire son achat. Le prêtre a été substitué au producteur ; et le producteur, sans cela, aurait pu acheter pour lui-même, avec la valeur de son produit, non pas une étole ou un surplis, mais tout autre produit plus utile. La consommation qui a été faite du produit appelé surplis a eu lieu aux dépens d'une autre consommation. De toute manière, l'achat d'un produit ne peut être fait qu'avec la valeur d'un autre. La première conséquence qu'on peut tirer de cette importante vérité, c'est que, dans tout État, plus les producteurs sont nombreux et les productions multipliées, et plus les débouchés sont faciles, variés et vastes. Dans les lieux qui produisent beaucoup, se crée la substance avec laquelle seule on achète : je veux dire la valeur. L'argent ne remplit qu'un office passager dans ce double échange ; et, les échanges terminés, il se trouve toujours qu'on a payé des produits avec des produits. Il est bon de remarquer qu'un produit terminé offre, dès cet instant, un débouché à d'autres produits pour tout le montant de sa valeur. En effet, lorsque le dernier producteur a terminé un produit, son plus grand désir est de le vendre, pour que la valeur de ce produit ne chôme pas entre ses mains. Mais il n'est pas moins empressé de se défaire de l'argent que lui procure sa vente, pour que la valeur de l'argent ne chôme pas non plus. Or, on ne peut se défaire de son argent qu'en demandant à acheter un produit quelconque.

On voit donc que le fait seul de la formation d'un produit ouvre, dès l'instant même, un débouché à d'autres produits. C'est pour cela qu'une bonne récolte n'est pas seulement favorable aux cultivateurs, et qu'elle l'est en même temps aux marchands de tous les autres produits. On achète davantage toutes les fois qu'on recueille davantage. Une mauvaise récolte, au contraire, nuit à toutes les ventes. Il en est de même des récoltes faites par les arts et le commerce. Une branche de commerce qui prospère fournit de quoi acheter, et procure conséquemment des ventes à tous les autres commerces ; et d'un autre côté, quand une partie des manufactures ou des genres de commerce devient languissante, la plupart des autres en souffrent.

Cela étant ainsi, d'où vient, demandera-t-on, cette quantité de Marchandises qui, à certaines époques, encombrent la circulation, sans pouvoir trouver d'acheteurs ? pourquoi ces marchandises ne s'achètent-elles pas les unes les autres ? Je répondrai que des marchandises qui ne se vendent pas, ou qui se vendent à perte, excèdent la somme des besoins qu'on a de ces marchandises, soit parce qu'on en a produit des quantités trop considérables, soit plutôt parce que d'autres productions ont souffert. Certains produits surabondent, parce que d'autres sont venus à manquer. En termes plus vulgaires, beaucoup de gens ont moins acheté, parce qu'ils ont moins gagné; et ils ont moins gagné, parce qu'ils ont trouvé des difficultés dans l'emploi de leurs moyens de production, ou bien parce que ces moyens leur ont manqué. Aussi l'on peut remarquer que les temps où certaines denrées ne se vendent pas bien sont précisément ceux où d'autres denrées montent à des prix excessifs; et comme ces prix élevés seraient des motifs pour en favoriser la production, il faut que des causes majeures ou des moyens violents, comme des désastres naturels ou politiques, l'avidité ou l'impéritie des gouvernements, maintiennent forcément d'un côté cette pénurie, qui cause un engorgement de l'autre.

Cette cause de maladie politique vient-elle à cesser, les moyens de production se portent vers les routes où la production est demeurée en arrière ; en avançant dans ces voies-là, elle favorise l'avancement de la production dans toutes les autres. Un genre de production devancerait rarement les autres, et ses produits seraient rarement avilis, si tous étaient toujours laissés à leur entière liberté. Une seconde conséquence du même principe, c'est que chacun est intéressé à la prospérité de tous, et que la prospérité d'un genre d'industrie est favorable à la prospérité de tous les autres. En effet, quels que soient l'industrie qu'on cultive, le talent qu'on exerce, on en trouve d'autant mieux l'emploi, et l'on en tire un profit d'autant meilleur, qu'on est plus entouré de gens qui gagnent eux-mêmes. Un homme à talent, que vous voyez tristement végéter dans un pays qui décline, trouverait mille emplois de ses facultés dans un pays productif, où l'on pourrait employer et payer sa capacité. Un marchand, placé dans une ville industrieuse et riche, vend pour des sommes bien plus considérables que celui qui habite un canton pauvre où dominent l'insouciance et la paresse. Que feraient un actif manufacturier, un habile négociant dans une ville mal peuplée et mal civilisée de certaines portions de l'Espagne
ou de la Pologne ?

Quoiqu'il n'y rencontrât aucun concurrent, il y vendrait peu, parce qu'on y produit peu ; tandis qu'à Paris, à Amsterdam, à Londres, malgré la concurrence de cent marchands comme lui, il pourra faire d'immenses affaires. La raison en est simple : il est entouré de gens qui produisent beaucoup dans une multitude de genres, et qui font des achats avec ce qu'ils ont produit, c'est-à-dire avec l'argent provenant de la vente de ce qu'ils ont produit. Telle est la source des profits que les gens des villes font sur les gens des campagnes, et que ceux-ci font sur les premiers : les uns et les autres ont d'autant plus de quoi acheter qu'ils produisent davantage. Une ville entourée de riches campagnes y trouve de nombreux et riches acheteurs, et dans le voisinage d'une ville opulente, les produits de la campagne ont bien plus de valeur.

C'est par une distinction futile qu'on classe les nations en nations agricoles, manufacturières et commerçantes. Si une nation réussit dans l'agriculture, c'est une raison pour que ses manufactures et son commerce prospèrent ; si ses manufactures et son commerce sont florissants, son agriculture s'en trouvera mieux. Une nation, par rapport à la nation voisine, est dans le même cas qu'une province par rapport à une autre province, qu'une ville par rapport aux campagnes : elle est intéressée à la voir prospérer, et assurée de profiter de son opulence. C'est donc avec raison que les États-Unis ont toujours cherché à donner de l'industrie aux tribus sauvages dont ils sont entourés : ils ont voulu qu'elles eussent quelque chose à donner en échange, car on ne gagne rien avec des peuples qui n'ont rien à vous donner. Il est précieux pour l'humanité qu'une nation, entre les autres, se conduise, en chaque circonstance, d'après les principes libéraux. Il sera démontré, par les brillants résultats qu'elle en obtiendra, que les vains systèmes, les funestes théories, sont les maximes exclusives et jalouses des vieux États de l'Europe qu'ils décorent effrontément du nom de vérités pratiques, parce qu'ils les mettent malheureusement en pratique.

L'union américaine aura la gloire de prouver, par l'expérience, que la plus haute politique est d'accord avec la modération et avec l'humanité. Une troisième conséquence de ce principe fécond, c'est que l'importation des produits étrangers est favorable à la vente des produits indigènes ; car nous ne pouvons acheter les marchandises étrangères qu'avec des produits de notre industrie, de nos terres et de nos capitaux, auxquels ce commerce par conséquent procure un débouché. - C'est en argent, dira-t-on, que nous payons les marchandises étrangères. - Quand cela serait, notre sol ne produisant point d'argent, il faut acheter cet argent avec des produits de notre industrie ; ainsi donc, soit que les achats qu'on fait à l'étranger soient acquittés en marchandises ou en argent, ils procurent à l'industrie nationale des débouchés pareils. Par une quatrième conséquence du même principe, la consommation pure et simple, celle qui n'a d'autre objet que de provoquer de nouveaux produits, ne contribue point à la richesse du pays. Elle détruit d'un côté ce qu'elle fait produire d'un autre côté.

Pour que la consommation soit favorable, il faut qu'elle remplisse son objet essentiel, qui est de satisfaire à des besoins. Lorsque Napoléon exigeait qu'on parût à sa cour avec des habits brodés, il causait à ses courtisans une perte égale, tout au moins, aux gains qu'il procurait à ses brodeurs. C'était pis encore lorsqu'il autorisait par des licences un commerce clandestin avec l'Angleterre, à la charge d'exporter en marchandises françaises une valeur égale à celle qu'on voulait importer. Les négociants qui faisaient usage de ces licences chargeaient sur leurs navires des marchandises qui, ne pouvant être admises de l'autre côté du détroit, étaient jetées à la mer en sortant du port.


Le gouvernement, tout à fait ignorant en économie politique, s'applaudissait de cette manoeuvre comme étant favorable à nos manufactures. Mais quel en était l'effet réel ? Le négociant, obligé de perdre la valeur entière des marchandises françaises qu'il exportait, vendait en conséquence le sucre et le café qu'il rapportait d'Angleterre, le consommateur français payait le montant des produits dont il n'avait pas joui. C'était comme si, pour encourager les fabriques, on avait acheté, aux dépens des contribuables, les produits manufacturés pour les jeter à la mer.

Pour encourager l'industrie, il ne suffit pas de la consommation pure et simple ; il faut favoriser le développement des goûts et des besoins qui font naître parmi les populations l'envie de consommer ; de même que, pour favoriser la vente, il faut aider les consommateurs à faire des gains qui les mettent en état d'acheter. Ce sont les besoins généraux et constants d'une nation qui l'excitent à produire, afin de se mettre en pouvoir d'acheter, et qui par là donnent lieu à des consommations constamment renouvelées et favorables au bien-être des familles.

Après avoir compris que la demande des produits en général est d'autant plus vive que la production est plus active, vérité constante malgré sa tournure paradoxale, on doit peu se mettre en peine de savoir vers quelle branche d'industrie il est à désirer que la production se dirige. Les produits créés font naître des demandes diverses, déterminées par les moeurs, les besoins, l'état des capitaux, de l'industrie, des agents naturels du pays ;

les marchandises les plus demandées sont celles qui présentent, par la concurrence des demandeurs, de plus forts intérêts pour les capitaux qui y sont consacrés, de plus gros profits pour les entrepreneurs, de meilleurs salaires pour les ouvriers ; et ce sont celles-là qui sont produites de préférence. On voudra savoir peut-être quel serait le terme d'une production croissante et où des produits, chaque jour plus considérables, s'échangeraient constamment les uns contre les autres ; car enfin ce n'est que dans les quantités abstraites qu'il y a des progressions infinies, et dans la pratique la nature des choses met des bornes à tous les excès. Or, c'est l'économie politique pratique que nous étudions ici. L'expérience ne nous a jamais offert encore l'exemple d'une nation complètement pourvue de tous les produits qu'elle est en état de créer et de consommer ; mais nous pouvons étendre par la pensée à tous les produits, successivement, ce que nous avons observé sur quelques-uns. Au-delà d'un certain point, les difficultés qui accompagnent la production, et qui sont en général surmontées par les services productifs, s'accroissent dans une proportion plus rapide, et ne tardent pas à surpasser la satisfaction qui peut résulter de l'usage qu'on fait du produit.

Alors on peut bien créer une chose utile, mais son utilité ne vaut pas ce qu'elle coûte, et elle ne remplit pas la condition essentielle d'un produit, qui est d'égaler tout au moins en valeur ses frais de production. Quand on a obtenu d'un territoire toutes les denrées alimentaires qu'on en peut obtenir, si l'on fait venir de plus loin de nouvelles denrées alimentaires, leur production peut se trouver tellement dispendieuse que la chose procurée ne vaille pas ce qu'elle coûte. Si le travail de trente journées d'hommes ne pouvait les nourrir que pendant vingt jours, il ne serait pas possible de se livrer à une semblable production ; elle ne favoriserait pas le développement de nouveaux individus, qui par conséquent ne formeraient pas la demande de nouveaux vêtements, de nouvelles habitations, etc.

A la vérité, le nombre des consommateurs étant borné par les denrées alimentaires, leurs autres besoins peuvent se multiplier indéfiniment, et les produits capables de les satisfaire peuvent se multiplier de même et s'échanger entre eux. Ils peuvent se multiplier également pour former des accumulations et des capitaux. Toutefois, les besoins devenant de moins en moins pressants, on conçoit que les consommateurs feraient graduellement moins de sacrifices pour les satisfaire ; c'est-à-dire qu'il serait de plus en plus difficile de trouver dans le prix des produits une juste indemnité de leurs frais de production. Toujours est-il vrai que les produits se vendent d'autant mieux que les nations ont plus de besoins, et qu'elles peuvent offrir plus d'objets en échange ; c'est-à-dire qu'elles sont plus généralement civilisées.



Los empresarios de los distintos sectores de la industria tienen la costumbre de decir, que el problema no es la producción, sino la venta. Siempre se podría producir más mercancías, si fuese más fácil de venderlas. Si la venta de sus productos es lenta, complicada, poco ventajosa, entonces dicen, que no hay bastante dinero. Lo que quieren es un consumo más activo, que propulsa la venta y que apoya los precios. Pero si se los pregunta por las circunstancias favorables para la venta de sus productos, uno se da cuenta que la mayoría de ellos solo tienen ideas raras en cuanto a estas cosas se refiere, que perciben las cosas de manera vaga y que las explican de manera todavía peor. Toman por dado lo que es dudoso, desean cosas, que contradicen a sus intereses y tratan de conseguir de las autoridades una protección, que llevaría a estos resultados. Para ver más claro en estas cosas y para identificar las cosas que garantizan la venta de los productos de la industria, nos atenemos a los hechos más conocidos y más constantes. Vamos a juntar esto con lo que ya hemos descubierto de la misma manera. A lo mejor encontramos algunas verdades que permiten de analizar mejor los deseos de los empresarios y las medidas de los gobiernos que pretenden protegerlos y poner estas sobre un fundamento más estable. Las personas que se ocupan en dar un valor a las cosas añadiéndoles una utilidad no pueden esperar que este valor sea apreciado y pagado, si otra gente no tienen los recursos para comprarlos. En qué consisten estos recursos? Consisten en otros valores, otros productos, en el resultado de su trabajo, capital y de sus tierras. De esto se deduce, a pesar de que suene paradójico, que es la producción que crea un mercado de consumo. Si un comerciante de tela dice que no quiere otros productos en cambio por los suyos, sino dinero, es fácil de comprobar que su cliente solo es capaz de comprar su mercancía, porque ha vendido algo antes. "Aquel agricultor", se le puede responder, "solo puede vender su tela, si la cosecha era buena. Tanto más grande son sus ganancias, tanto más va a comprar. No puede comprar nada, si no produce nada. Tu mismo no eres capaz de comprar su trigo y su lana, sino produces tela.




Tú afirmas que necesitas dinero? Yo te digo que lo que necesitas son otros productos. De hecho, por qué necesitas este dinero?
Pero no lo necesitas solamente para comprar materias primas para tu negocio y alimentos para tu boca?

Ves por lo tanto que son productos lo que necesitas y no dinero. El dinero que sirvió para vender tus productos y en la compra de los productos de otros servirá un momento después al mismo fin a otros compradores y vendedores. Después a otros y nuevamente a otros. Como un vehículo que, después de haber transportado el producto que vendiste, servirá a transportar otro y después otro. Si no logras a vender tus productos dirás entonces que la causa de ello es la falta de vehículos? El dinero no es otra cosa que el vehículo para transportar el valor de los productos.



Su utilidad solo consistía en transportar los valores de los productos del comprador, que este había vendido para comprar los tuyos, a ti. De la misma manera transportará los valores que tu le compraste y el valor de los productos que tú le vendiste a él. "Con el valor de tus productos, por un tiempo breve convertido en dinero, compras las cosas de la tierra que todo el mundo necesita. Como podría ser si no así que hoy en día se compra en Francia en un año seis o ocho veces más cosas que bajo el gobierno miserable de Charles VI? Obviamente esto se debe al hecho que hoy en día se produce seis o ocho veces más cosas y estas cosas se la paga por un cambio."

Si por lo tanto se dice que la venta es difícil porque el dinero es escaso, se confunde el efecto con la causa. Se comete un error que deriva del hecho, que todos los productos se disuelven en dinero antes de ser cambiados por otros productos y que la gente toma la mercancía que aparece tan a menudo como la mercancía real, la escala para todas las otras mercancías, aunque de hecho es solo un estado intermediario. No se debería decir que la venta no va porque el dinero es escaso, sino porque los productos son escasos. Si hay los valores reales, también habrá dinero para hacerlas circular y cambiarlas por otros valores.


Si para la masa de los negocios no hay más dinero, puede ser suministrado fácilmente y la necesidad de suministrarlo apunta a un hecho positivo. Es una prueba que una gran cantidad de la producción existe con la cual se puede obtener una gran cantidad de otros valores. La mercancía intermediaria, que simplifica el cambio (el dinero) será en este caso fácilmente aumentada por los mecanismos bien conocidos de los comerciantes y dentro de poco el dinero, dado que solo es una mercancía y cualquier mercancía fluye a los lugares donde hace falta, será disponible.


Si hace falta dinero para las transacciones es, al igual que la falta de productos en las tiendas, un signo positivo. Si una mercancía disponible en abundancia no encuentra compradores no es la falta de dinero que limita la venta. Los vendedores de estas mercancías serían felices si pudiesen obtener el valor que corresponde en un día determinado en productos de consumo. No exigirían dinero y tampoco lo necesitarían porque solo la necesitan para comprar bienes des consumo para sus propias necesidades. Habrá productores que piensan que los consumidores, aparte de aquellos que también producen algo, so componen de muchas clases distintas que no producen nada, como los empleados en la administración pública, los médicos, la justicia, los curas etc. y sacará de ello la conclusión, que habrá también otros mercados de consumo como aquellas personas, que también producen algo. El productor que piensa de esta manera, diría yo, comprueba que se deja deslumbrar por la apariencia y no llega al fondo de las cosas. Si un cura va a un comerciante para comprarse una manteleta o un sobrepelliz lleva ahí un valor en dinero. Pero de dónde lo ha sacado? Lo tiene de un recaudador que lo tiene de un tributario. Y el tributario, de dónde lo tiene? Lo ha producido él mismo. Es el mismo valor, inicialmente cambiado contra ecus, después pasado al cura, lo que permite a este de realizar su compra. El cura ha sido cambiado por el recaudador. El productor habría podido con el valor de su producto otra cosa que una manteleta o un sobrepelliz, algo más útil. El consumo generado por el sobrepelliz fue a cargo de otro bien de consumo. De cualquier manera la compra de un producto solo es posible a través del valor de un otro producto que corresponde. La primera consecuencia que se puede tirar de esta verdad importante es aquella. Cuanto más productores y productos hay en un país, tanto más fácil, diferenciado y grande es el mercado de consumo. Donde se produce mucho, se crea la base, quiere decir el valor y una vez cambiado todo uno se dará cuenta que se cambia productos con productos. Es importante subrayar que un producto ofrece, una vez terminado, un mercado de consumo para otros productos. Si el último productor ha terminado su producto su deseo más grande es venderlo para que su valor no se quede sin usar en sus manos. Pero igual de interesado es utilizar el dinero ganado por la venta, para que este también le brinda un beneficio. Pero dinero solo se puede utilizar si se compra un producto. Se ve por lo tanto que solo la producción de un producto crea un mercado de consumo para otros productos.





Se ve por lo tanto inmediatamente que la mera producción de un producto ya abre un mercado para otros productos.
Por lo tanto una buena cosecha no es solamente bueno para el agricultor, sino también para los comerciantes de los otros comerciantes. Se compra tanto más, cuanto más rico era la cosecha y una mal cosecha disminuye las ventas. Lo mismo vale para las cosechas en las manufacturas y en el comercio. Un sector de la economía que florece suministra al mismo tiempo algo con lo que se puede comprar cosas. De otra parte todos sufren, si un sector es débil.



Habrá ahora algunos que se preguntan a qué se debe esta cantidad de mercancías que de vez en cuando obstruyen la circulación de las mercancías sin encontrar un comprador? Porque no se compran estas mercancías con otras mercancías? A esto respondo que estas mercancías no se las vende, o solo se las vende con pérdidas, porque se ha producido demasiado de ellas o porque otras fueron reducidas. Algunos productos sobran porque otras hacen falta. Simplificando: Mucha gente compraron menos, porque ganaron menos. Encontraban dificultades en el uso de sus recursos productivos o estos recursos productivos les hacían falta. Igualmente se puede constatar que en tiempos en los cuales no se puede vender algunos productos, hay también tiempos en los cuales algunos bienes de consumo son muy caros. Estos precios elevados serían un incentivo para la producción, si no fuera que causas más profundas o disturbios, catástrofes naturales o perturbaciones políticas, la avidez o el albedrío de un gobierno mantienen de una parte esta escasez y sofocan de otra parte la economía.



Si esta enfermedad causada por la política acaba, la producción seguirá su camino donde lo había interrumpido y haciéndolo propulsa el progreso de los otros. Un tipo de producción rara vez tiene un gran avance a los otros y sus productos rara vez sufren pérdidas si todos gozan de plena libertad. Una segunda consecuencia del mismo principio es que todos están interesados en el bienestar de todos y que el bienestar en un sector de la economía tiene efectos positivos sobre el bien estar en otros sectores. No importa en que sector se trabaja y qué profesión se ejerce, tanto más uno está rodeado por personas que ganan algo, tanto más fácil es encontrar un trabajo y tanto más grande es el rendimiento. Un hombre de talento que vegeta en un país abatido encontraría miles de ocupaciones para su talento en un país prospero. Un comerciante, que se instaló un una ciudad prospera y rica obtendrá un volumen de venta mucho más alto que aquel que vive en una región pobre, donde domina la incuria y la pereza. Qué podría hacer un artesano, un hombre de negocios hábil en una región poco poblada y subdesarrollada en España o Polonia?




Incluso en el caso de que no tendría ahí competidor alguno, vendería poco, mientras que en París, Amsterdam o Londres podría hacer negocios enormes a pesar de tener centenares de competidores. La razón por ello es fácil. Está rodeado por personas que trabajan en muchos sectores y que se compran algo con el dinero de los productos que han vendido. Esta es la fuente de los provechos, que la gente de la ciudad sacan de la gente del campo y los últimos de los primeros. Los unos como los otros tienen tanto más para comprar algo, que producen algo. Una ciudad rodeada de un campo rico encontrará ahí muchos compradores y en la vecindad de una ciudad rica los productos de la agricultura tienen un valor más elevado.


La división de los países en estados agrarios, estados industrializados y estados que viven del comercio y estados a nivel de manufacturas es inútil. Si una nación tiene éxito en la agricultura, esto es la razón por la cual las manufacturas y el comercio tiene éxito. Si la manufacturas y el comercio florecen, entonces también la agricultura está en un mejor estado. Una nación está en relación a una región lindante en la misma situación que una provincia en relación a una provincia lindante, como una ciudad en relación al campo. Su interés debe estar en verlo prosperar y poder profitar de su riqueza. Tiene por lo tanto una buena razón que los Estados Unidos siempre trataron de dar trabajo a los estados 'salvajes' que les rodeaban. Querían que ellos también tengan algo para intercambiar, porque con pueblos que no tienen nada, tampoco se puede ganar algo. Es importante para la humanidad que una nación, al igual que las otras, sigue los se atiene a los principios liberales. Se revelerá a través de resultados brillantes, que los principios vacíos solo existen en los viejos estados europeos, llenos de envidia, donde pueden sin pudor alguno declarado verdades, porque se los pone desafortunadamente en práctica.

Los Estados Unidos obtendrán la gloria, el futuro lo mostrará, que la política más sensata concuerda con la moderación y la humanidad. Una tercera consecuencia de este principio fecundo consiste en el hecho, que la importación de mercancías extranjeras favorece a la exportación de mercancías nacionales. Porque solo a través de nuestro suelo, nuestro capital podemos comprar mercancías extranjeras lo que a su vez ofrece un mercado a estos productos. Se dirá que pagamos estos productos extranjeros con dinero. Pero aunque esto sea cierto, el suelo no produce dinero.
Este dinero primero hay que comprarlo con los productos de nuestra industria, de manera que, independientemente si las compras en el extranjero fueron pagados con mercancías o dinero, en ambos casos crean un mercado para la industria nacional. De esto se deduce que el mero consumo, uno que solo tiene por fin de producir nuevos productos, no aporta nada al bienestar nacional. Destruye de una parte lo que crea de otra parte.


Para que el consumo tenga efectos beneficiosos es necesario que cumple con su meta primaria que consiste en satisfacer una necesidad. Cuando Napoleón exigió que en su corte solo se puede aparecer con vestidos bordados causó una pérdida para los cortesanos que en el mejor de los casos, correspondía a las ganancias de las manufacturas de la calcetas. Era todavía peor cuando permitió el contrabando con Inglaterra a través de licencias bajo la condición que los valores de la exportación de mercancías francesas correspondía a las importaciones. Los comerciantes que hacían uso de estas licencias cargaban sus barcos con mercancías que, como no podían ser vendidas al otro lado del canal, hundieron en el mar.

El gobierno, ignorando por completo las relaciones económicas y creyendo que esto servía a nuestras manufacturas, estaba orgulloso de esta manera de proceder. Pero cual era el efecto real? El comerciante que era obligado de destruir todo el valor del vino francés vendía el azúcar y el café a los consumidores franceses a un precio que le indemnizaba por la mercancías que no le habían servido para nada. Era como si se hubiese comprado mercancías a cargo del tributario para alentar las manufacturas para tirarlos al mar después.

Para alentar la industria hace falta simplemente el consumo. Hay que desarrollar el gusto y la necesidad que fomenta en la población el consumo. Igualmente hay que, si se quiere fomentar el consumo, ayudar a los consumidores a hacer ganancias para que sean capaces de comprar algo. Son las necesidades constantes y comunes de una nación que incitan a una nación a producir para que puedan comprar algo y que ofrecen la posibilidad de siempre satisfacer nuevas necesidades que favorecen el bienestar de las familias.

Una vez comprendido que la demanda por productos en general aumenta con la producción, una verdad siempre válida aunque parezca paradójica, no hay que reflexionar sobre a qué sector de la industria la producción tiene que orientarse. Los productos producidos engendran necesidades distintas que dependen de las costumbres, de las necesidades, el capital de la industria y de los recursos naturales.

La mercancías más codiciadas son aquellas que por la competencia de los compradores, por el capital invertido son los más interesantes, donde se pagan los mayores sueldos. Por lo tanto también son los que más probablemente se va a producir. Algunos quieren saber donde están los límites de una producción creciente, de un aumento diario de la cantidad de productos que constantemente son cambiados. Porque de hecho solo hay un aumento infinito solo en la cantidad abstracta. Pero en la práctica la naturaleza de las cosas limita cualquier exceso. Aquí consideramos la economía política. De experiencia no conocemos ninguna nación, que posee de todos los productos que puede producir y consumir. Pero podemos mentalmente extender lo que hemos visto en otros productos sucesivamente a todos los productos. A partir de un cierto punto las dificultades de la producción, que pueden superados por nuevos procesos de producción, más grandes y superarán a partir de un cierto momento la satisfacción que brinda el consumo de un producto.




Se puede producir algo útil, pero la utilidad no corresponde a lo que cuesta. No satisface por lo tanto la condición necesaria de un producto que consiste en cubrir por lo menos los costes de producción. Si se ha tirado de una tierra todos los alimentos que se puede obtener ahí y se se ha hecho venir desde lejos alimentos, que el valor del producto fabricado puede ser tan caro no tiene el valor que cuesta. Si el trabajo de treinta días solo puede alimentar estos por veinte días la producción no sería posible. No favorecería la creación de nuevos individuos que por lo tanto tampoco crearán una demanda por nueva ropa, nueva viviendas etc..




Como la cantidad de consumidores está limitado por los alimentos, las otras necesidades de ellos pueden ser aumentadas hasta el infinito y los productos, capaces de satisfacerlas se pueden multiplicar igualmente y cambiados. También pueden ser multiplicados y acumulados para aumentar el capital. Aparte de esto las necesidades serán cada vez menos y menos urgentes y por lo tanto los consumidores estarán cada vez menos dispuestos a hacer sacrificios para satisfacerlas. Será por lo tanto cada vez más difícil de ofrecerlos a un precio que recompensa para la producción. Sin embargo es correcto que los productos se venden mejor cuando más necesidades tiene una nación y cuanto más productos pueden ofrecer de cambio. Formulado de otra manera: Cuanto más desarrollados son.

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Anotaciones:

ES        DE

La ley de Say: Se compra productos con productos.

distinción entre demanda en el sentido de necesidad y demanda como poder adquisitivo.

Say precisa y extiende el concepto de la utilidad marginal. Productos que se consume en masas, por ejemplo alimentos, solo se puede vender si los precios bajan, porque brindan cada vez menos utilidad. Si solo se consume un solo producto, smartphone, el precio tiene que bajar hasta que corresponde a la utilidad.

Gossen por lo tanto no descubrió la ley de la utilidad decreciente.

En el original la ley de Say es sobre todo un argumento contra el mercantilismo.

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