- Dice que no debes utilizar la estrategia "si no logras a convencerles, trata de despistarles", porque a largo plazo todos se darán cuenta que es solo perorata.
¡Busca una ganancia honrada!
¡No seas como el bufón que hace sonar las campanillas!
La razón y el buen sentido se manifiestan
con muy poco arte,
No cabe duda que las sociedades de asesoría como Price Waterhouse, Arthur de Little, KPMG etc. dominan esto, "si no logras convencerles, trata de despistarles", a la perfección. Es algo que el autor ya ha visto varias veces. Con cada buzz word como business reengering, change management, total cost of ownership, cash cow, first mover etc. etc. el auditorio disminuyó de un centímetro. Si se añada a esto un atuendo negro y corbata cualquier chorrada pasa como si fuese verdad divina. Discursos de este tipo hay que adornarlas con por lo menos cincuenta presentaciones de power point y entonces fácilmente se recibe 1200 dólares en 30 minutos.
- El que realmente tiene algo que decir, lo podrá igualmente decir en sus palabras propias.
y si te tomas en serio el decir algo,
¿hace falta que busques palabras esmeradas?
Sí. Tus discursos de gran brillo,
en los que rumias unos versos secos
,
son tan molestos como el viento otoñal
que, acompañado de bruma, sopla entre las hojas.
Y el que no tiene nada que decir, más vale que no diga nada. Vamos a volver a este tema al hablar de Marx. Es un problema real. Mucha gente domina la jerga, el comportamiento de algo, sin saber realmente de qué se trata. A las mujeres por ejemplo en la sombra de muchachas jóvenes en flor, estas muy a menudo estudian lenguas, lo que el autor ha estudiado también, entre otras cosas, el análisis estructural de un poema les parece como la expresión más fina del espíritu culto. Lo que para el uno es la diferenciación parcial de la función productiva de Cobb-Douglas, para el otro son las endecasílabas, para un tercero el latín y para un cuarto su corbata, depende del grupo al cual quieren pertenecer.
- Dice Goethe, que no se debe rumiar.
Sí. Tus discursos de gran brillo,
en los que rumias unos versos secos
,
son tan molestos como el viento otoñal
que, acompañado de bruma, sopla entre las hojas.
En una tesis de maestría puede ser útil de añadir una lista de cien páginas de toda la literatura que se ha leído o por lo menos hojeada y no utilizar ni una sola frase propia. Más vale citar otros. como en este caso no se ha dicho nada con sus propias palabras ni mucho menos algo ideado personalmente se tendrá un trabajo que no podrá ser evaluado de manera negativa, porque ningún catedrático va negar lo que otro catedrático dijo, es cuestión de honor y de apoyo mutuo. Posiblemente suena muy científico, pero no interesa a nadie. El público solo quiere saber como funciona una cosa. Sin embargo hay un par de casos en los cuales se debería realmente citar y averiguar lo que dice la obra original. Si hoy en día hablamos de economía clásica, de economía neoclásica, de keynesianismo etc. es por el hecho que nadie ha vuelto a leer los textos originales, porque si se les hubiese leído, estas agrupaciones no existiesen. Adam Smith tiene muy, pero muy poco que ver con David Ricardo. Entre David Ricardo y John Stuart Mill hay un abismo. Poner Alfred Marshall y Vilfredo Pareto en un mismo grupo, es una difamación del primero. La teoría de Keynes se nos presenta en general de manera ecléctica o más bien dicho errónea. La cantidad de errores en los libros de texto son infinitas. Uno de los errores consiste en considerar la teoría de Keynes como un mero instrumento para nivelar las oscilaciones coyunturales. De hecho la teoría keynesiana es un crítica radical de tres aspectos fundamentales de la teoría clásica y neoclásica. Algo que se notaría si se leyera el original dejando de citar lo que uno que no había leído el original copió de otra persona que no había leído el original y que solamente había copiado...
- Interesar el público por cuestiones económicas y fomentar el debate público por cuestiones económicas no es considerado por los economistas como un oficio suyo. Es un error sistémico. La carrera de un economista depende de la cantidad de publicaciones en revistas "científicas" prestigiosas. No depende ni de su capacidad de preparar los egresados para la vida profesional ni de sus capacidades de fomentar la discusión pública. Dicho de otra forma: Su carrera depende de criterios sin relevancia alguna, a pesar de que dentro de un sistema democrático la única forma de dar relevancia a una teoría económica es a través de un debate público. La total incapacidad de la corporación de economistas de preparar a los estudiantes para la vida profesional es sistémica. Creen que lo que es importante para ellos, la "ciencia" pura, es igualmente importante para los estudiantes y la vida profesional, la vida real, no la conocen ni en teoría ni en la práctica.
Esto explica también el estancamiento de la didáctica y la falta total de creatividad. La clase magistral era la manera más común de la enseñanza en las universidades de la edad media, cuando no existían libros o no existían en un número suficiente. Desde este entonces han cambiado muchas cosas, lo que no impide que hay incluso catedráticos que leen en voz alta año tras año sus propios libros. Si se quiere se puede ver en esto la corroboración de la vigencia de las leyes de Parkinson.
Si un proceso o una burocracia se hizo obsoleto y fue sustituido ya por otros proceso y otras burocracias las viejas se mantienen.
Es incluso perfectamente posible que un catedrático de una clase magistral sobre innovaciones leyendo en voz alta en clase su propio libro.
Desde un punto de vista didáctico es una catástrofe y revela que la mayoría de los catedráticos nunca han reflejado sobre didáctica. Un texto puede ser mucho más denso que un discurso, porque leyendo un texto se puede parar tantas veces como se quiere, se puede leer y releerlo, se puede interrumpir y buscar informaciones de fondo que faltan etc. etc.. La clase magistral y un libro son dos conceptos didácticos completamente distintos. La clase magistral vive de la interacción, de la discusión, de la espontaneidad. En una clase magistral la diferencia en cuanto se refiere a la densidad de informaciones entre el que emite las informaciones y aquellos que la reciben no puede ser tan grande como en el caso de un libro entre el autor y el lector. La clase magistral se asemeja más bien a un diálogo y este diálogo solo es posible si todos los interlocutores entienden lo que dice el otro, lo que resulta más difícil en la medida que los interlocutores no están igualmente enterados.
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